En la Naturaleza
o en toda luz
o en todo respeto real o no mentiroso o de alma,
NUNCA EL BIEN ES RECHAZADO, eso es, por un equilibrio; pero, en los humanos, siempre el bien es rechazado y silenciado
y robado en todos sus espacios
y, sin piedad, torturado. Porque ya el ser humano es preso (inevitablemente en tanto que su voluntad no la tenga clara o no la tenga de fácil engaño) de incontables redes de las sinrazones o del mal.
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