Los grandes delincuentes de la sociedad no son los desesperados (en tanto que el riesgo y la precipitación adherentes a la desesperación de manera evidente impiden la sangre fría especulativa o los planes organizativos del mal), sino esos turistas muy tranquilos con caras de buenas personas que van en busca de carne fresca o precisamente de turismo sexual infantil, sino esos que desde sus altos y seguros pedestales gobernativos autorizan la venta de armas tranquilamente (con tiempo para ordenarlo y organizarlo todo), sino esos que desde la dirección de prestigiosas multinacionales localizan o fuerzan la mano de obra barata, sino esos que sobornando cómodamente a la justicia producen y venden droga a sus anchas o a sus antojos, sino esos que con la tranquilidad de no admitir piedad ni remordimientos deciden matanzas o guerras para (únicamente) llamar la atención o, por muy cierto, ser protagonistas de la salvación de lo insalvable que ellos mismos crean.No se “blanquea” sólo dinero, sino se “blanquea” sobre todo la injusticia de muchos poderosos con el inadvertido consentimiento o con el “hacer la vista gorda”.
En la naturaleza, eso es, ningún animal está tranquilo (la plena tranquilidad o la carencia del conmoverse no existe en un equilibrio) pues, en realidad, siempre todos los animales están con las defensas naturales en alerta, cara a cara y frente a frente para reaccionar limpiamente (sin coaccionar, sin esclavizar y sin acosar) a lo que suceda; por el contrario, esos incalificables, esos no son conscientes de unos estados psicopáticos graves, de unos trastornos mentales verdaderamente destructivos (una excesiva adicción a lo material y la pérdida de la cotidianidad de la conmoción lo posibilitan).
No hay comentarios:
Publicar un comentario