martes, 15 de julio de 2014

El bien empieza atendiendo a lo más pequeño, o sea, desde lo más pequeño o desde los mismos detalles (que es lo que da exactitud o precisión de bien). Así es, el bien no se hace con la vista gorda, frívolamente aprobando prejuicios, justificando cada vez más descuidos, sino el bien es algo muy coherente o íntegro, completo y delimitado PARA QUE NO EXISTA LA MÁS MÍNIMA CONFUSIÓN y se distinga claramente el acierto con respecto al error, a Dios con respecto al diablo. Por eso, se hace sin mañas en todos los sentidos, venciendo la conveniencia, la parcialidad fanática o el antropocentrismo.

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