En todo matrimonio (o relación afectiva) hay indudablemente un número de decisiones que lo sostiene.
Asimismo una decisión es un deseo; es decir, que el que decide pone para realizarse su decisión, su determinación, su propuesta o "su deseo", por lo que queda siempre COMPLACIDO (privilegiado) con el sí o con el ceder o con la aceptación del otro.
Así es, el que más quiere (porque complace y no pone impedimentos) deja decidir al otro y acepta todo lo que puede, construyendo y dejando hacer. Hace el bien y lo permite.
Pero ocurre que el que más decisiones tiene (de cómo a su parecer deben ser las cosas en su matrimonio y qué errores perdonar o no) tiende a veces hacia el abuso, porque complace ya tanto sus decisiones o SUS deseos que, a ceguedad o a locura que no advierte, no se da cuenta que el otro está DEMOSTRANDO más valores y más amor.
Pero ocurre que el que más decisiones tiene (de cómo a su parecer deben ser las cosas en su matrimonio y qué errores perdonar o no) tiende a veces hacia el abuso, porque complace ya tanto sus decisiones o SUS deseos que, a ceguedad o a locura que no advierte, no se da cuenta que el otro está DEMOSTRANDO más valores y más amor.
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